Desde que descubrí los pingüinos, he querido aprender a vivir como ellos; ser un ave que no vuela, pero se permitió probar otras formas de estar y fue hasta lo profundo del mar. Escribo, creo y juego a habitar historias y poemas en comunidad. También, corro y subo montañas en bici con playlists de humanos que no conozco, pero sienten como yo. Di vida con Mar a Doscientas Veintidós y estoy aprendiendo a germinar, florecer y dejar ir las ideas que mueven este proyecto.